Cómo funciona un Network State (y por qué deberías prestar atención ya)”
Una nueva forma de construir comunidades, gobernar sin políticos y diseñar soberanía desde la red
Durante siglos, el mapa fue el sistema operativo del poder. Líneas sobre papel que definían identidades, burocracias y conflictos. El Estado-nación fue un upgrade brutal sobre el feudalismo, y durante un par de siglos funcionó. Pero llegó su obsolescencia programada. El código que lo sostenía —propaganda centralizada, control territorial, identidad impuesta— ya no escala en un mundo donde los humanos se coordinan por código, no por geografía.
Balaji Srinivasan lo entendió antes que la mayoría: la nueva unidad política no es el Estado-nación, sino el Network State. Un ente soberano que no nace por conquista ni herencia, sino por coordinación digital, por alineamiento moral, por código compartido. No se funda sobre un territorio; se construye sobre una comunidad intencional conectada por valores, métricas y dashboards públicos. En lugar de conquistar tierra, se conquista convicción. En lugar de impuestos forzados, hay participación voluntaria. En lugar de votar cada cuatro años, se actualiza el código cada semana.
Y no, no es utopía tecnolibertaria. Es ingeniería institucional basada en first principles. ¿Cuál es la mínima unidad funcional de soberanía en la era de la red? No es la bandera. Es el consenso. No es la policía. Es el mecanismo de gobernanza. No es la ciudadanía por nacimiento, sino la membresía voluntaria. Lo que Balaji propone no es una mejora; es un refactor completo del Estado. Y lo más interesante: es replicable.
El Network State se construye como una startup. Comienza con una comunidad mínima viable. Gente alineada por valores, no por ubicación. Luego se construye infraestructura digital: canales, smart contracts, identidad, moneda, gobernanza. Se mide, se itera, se mejora. Si escala, se tokeniza. Si se tokeniza, puede autofinanciarse. Si se autofinancia, puede comprar territorio. Y si tiene territorio y tracción, puede negociar reconocimiento. Pero todo parte del alineamiento moral. De la comunidad como variable fundacional, no como resultado.
Ahora preguntate esto: ¿cuál es el activo más escaso del siglo XXI? No es el litio. No es el oro. Es la comunidad altamente alineada, organizada por software, financiada por cripto y estructurada por propósito. Si lo tenés, podés crear cualquier cosa: una empresa, un medio, un país. Si no lo tenés, todo lo demás es ruido. Por eso el Network State no es una teoría política. Es una arquitectura ejecutiva para civilizaciones mínimas viables.
Y acá entra 10ampro. Porque desde el principio, 10ampro no fue sobre activos. Fue sobre estructuras. No se trata de “qué coin o que acción comprar”, sino de “qué red está construyendo el próximo sistema operativo del mundo”. Cada tesis del podcast —Bitcoin, Solana, DePIN, AI, Palantir— es un vector de soberanía alternativa. Cada apuesta es una migración fuera del sistema heredado. Balaji lo hizo teoría. 10ampro lo hizo radar de inversión.
De la infraestructura a la soberanía modular
Si el Network State es una nueva forma de país, entonces la infraestructura es su tejido conectivo. Pero no hablamos de carreteras ni líneas eléctricas, sino de protocolos, identidades verificables, sistemas de votación, stablecoins, tokens de gobernanza y plataformas de coordinación. El backend del nuevo Estado no es físico. Es modular, open-source y plug-and-play. Muchos de estos componentes ya existen, y no fueron diseñados por gobiernos, sino por DAOs, fundaciones y startups cripto.
Toma por ejemplo Solana. Ya es una forma de Network State. No tiene ejército, pero tiene defensores. No tiene territorio, pero tiene valor económico real, usuarios activos, gobernanza comunitaria, incluso instituciones educativas, convenciones anuales, sistemas legales, identidad (ENS) y banca (DeFi). Lo mismo podría decirse de Bitcoin, con su ethos libertario radical, sus nodos como ciudadanía, y su hard money como Constitución inmutable. En ambos casos, los incentivos no son impuestos, sino código.
Acá entra una de las ideas más potentes de Balaji: “el Network State empieza como una red moral”. Es decir, no necesitás 1 millón de personas; necesitás 1.000 individuos que compartan una visión y estén dispuestos a ejecutarla juntos. El efecto red no parte de la escala, sino del nivel de convicción. ¿Por qué esto importa? Porque una comunidad pequeña y alineada puede construir instituciones, levantar fondos, escribir código y comprar tierra. ¿Qué país tradicional puede hacer eso en menos de un año?
Desde la perspectiva de 10ampro, esto se traduce en inversión en protocolos con capacidad de estructurar soberanía. No importa cuánta capitalización tenga un token hoy. Lo que importa es su capacidad de coordinar agentes, retener usuarios y sostener un sistema de incentivos robusto.
DeFi no es solo finanzas descentralizadas. Es la banca de un nuevo país. Las redes de mensajería cross-chain no son solo transferencia de datos. Son sistemas nerviosos de comunicación civilizacional. IPFS no es solo almacenamiento. Es archivo nacional del Network State.
Y más allá de lo técnico, hay una dimensión narrativa. Todo Network State necesita un mito fundacional. Un relato que lo justifique, que lo una, que lo proyecte. El fiat tuvo el contrato social. Las naciones tuvieron revoluciones. ¿Qué tienen los Network States? Whitepapers, mantras, manifiestos. El paper de Bitcoin es más poderoso que muchas constituciones. El discurso de Satoshi tiene más coherencia moral que cualquier partido político de Occidente.
Pero lo más poderoso es que estas estructuras están diseñadas para iterar. Mientras que los Estados tradicionales están atrapados en constituciones rígidas, tratados obsoletos y burócratas intocables, un Network State puede hacer governance upgrades como si fuera una app. Se vota, se actualiza, se bifurca. Hay bug bounty constitucionales. Hay forks ideológicos sin violencia. La política se vuelve DevOps.
La soberanía deja de ser una herencia y se convierte en un producto. Y como todo producto, se puede medir.
El dashboard reemplaza al territorio
Balaji insiste en que el Network State debe ser medible. No es suficiente tener un manifiesto bonito y un canal de Discord activo. Si querés fundar un nuevo país, tenés que demostrar que funciona. Pero no con votos cada cuatro años o encuestas amañadas. Con datos. Datos públicos, en tiempo real, verificables on-chain.
Ahí nace uno de los conceptos más potentes del libro: el “dashboard estatal”. Un espacio público donde se miden los indicadores clave del Network State. ¿Qué se mide? Participación, financiamiento, propuestas aceptadas, número de nodos, territorio adquirido, educación impartida, producción local. Cada métrica tiene que ser trazable y transparente. Es la rendición de cuentas como producto.
Esto es más que una obsesión con la data. Es una transformación conceptual. El Network State no necesita territorio porque tiene un panel de control que refleja su vitalidad. Como si fuera una startup con su pitch deck público, su traction chart, su burn rate. Pero en lugar de medir MRR, mide cohesión, alineación, coordinación y progreso hacia objetivos civilizatorios. Y eso cambia completamente el diseño del poder.
En lugar de prometer progreso, lo mostrás. En lugar de imponer obediencia, ofrecés pertenencia. Y como todo está a la vista, la competencia entre Network States será como la competencia entre protocolos: ¿cuál tiene mejor UI? ¿Cuál atrae más builders? ¿Cuál tiene menor churn de ciudadanos? Es política como juego de mercado.
Desde la óptica de 10ampro, esto es una ventaja brutal. Porque los Estados actuales son cajas negras. No sabés cuánta corrupción hay. No podés auditar su contabilidad. Las métricas son manipulables. En cambio, un Network State se puede evaluar como se evalúa una DAO: ¿cuánto TVL tiene? ¿Cuánto engagement en gobernanza? ¿Cuál es su roadmap? ¿Qué tan rápido resuelve bugs regulatorios?
Incluso se puede plantear una fórmula tentativa para medir poder soberano en el nuevo paradigma:
P{ns} = U x C x T
Donde:
P{ns}: Poder soberano estimado del Network State.
U: Número de usuarios activos reales, conectados a la comunidad, con actividad verificable en gobernanza o contribuciones.
C: Coeficiente de coordinación, que mide la eficiencia con la que la comunidad toma decisiones y ejecuta acciones (por ejemplo: % de participación en votaciones, propuestas aprobadas y ejecutadas, coordinación operativa, etc).
T: Tiempo de retención promedio, es decir, cuántos ciclos de gobernanza, semanas o años permanece un miembro activo en la comunidad (lealtad institucional).
Este tipo de fórmulas son absurdas en un Estado tradicional, pero completamente razonables en uno digital. Si podés medir comunidad como si fuera liquidez, podés asignarle un valor real. Y si ese valor es mayor que el de muchas instituciones nacionales, entonces tu dashboard vale más que su constitución.
Balaji también habla de cómo el Network State puede negociar reconocimiento diplomático. No porque lo necesite, sino porque es útil. ¿Querés abrir una embajada? Comprás tierra. ¿Querés tratados? Ofrecés beneficios económicos. ¿Querés acceso a rutas aéreas? Ofrecés inversión directa o cerebros digitales. Es la realpolitik convertida en API.
Y eso no es futurismo. Es pragmatismo cripto. Los Estados-nación serán forzados a competir contra estructuras más eficientes, más alineadas, más transparentes. Algunos lo rechazarán. Otros lo integrarán. Pero ninguno podrá ignorarlo.
Del monopolio del Estado al mercado de Estados
Uno de los postulados más provocadores de Balaji es que los Estados, como todo monopolio, se vuelven ineficientes cuando no enfrentan competencia. Durante el siglo XX, la competencia era militar o ideológica: democracia vs comunismo, OTAN vs URSS. Pero en el siglo XXI, la competencia es estructural. Ya no es quién tiene más tanques, sino quién coordina mejor, más rápido, más barato.
El Network State introduce competencia directa en un mercado que hasta ahora era forzosamente local. ¿No te gusta el sistema fiscal de tu país? Mala suerte. ¿No creés en su modelo educativo? Jodete. ¿Tu ciudadanía fue una lotería geográfica? Demasiado tarde. Pero con un Network State, podés “migrar” sin moverte físicamente. Podés tener membresías múltiples, ciudadanía fraccionada, residencia en código. Como cambiar de DAO o de proveedor de nube. Opt-in soberano.
Eso, por supuesto, amenaza el modelo convencional. Los Estados tradicionales tienen estructuras rígidas porque fueron construidos sobre piedra y papel. No tienen la agilidad de una comunidad que vota cambios en tiempo real. No tienen la transparencia de un smart contract. No tienen la eficiencia de un protocolo que se actualiza sin permiso. Pero sobre todo, no tienen feedback loops. Un Network State recibe señal constante: si la comunidad se va, algo está mal. Si deja de contribuir, el sistema colapsa. No hay lugar para incompetencia.
Acá aparece la idea de soberanía como producto. Y como todo producto, puede fallar, escalar, pivotear o morir. Un Network State mal diseñado colapsará. Uno bien diseñado crecerá de 1.000 a 1 millón de miembros, y eventualmente adquirirá poder territorial, económico y diplomático. Pero incluso si muere, su código sobrevive. Se puede bifurcar. Se puede recombinar. Es la evolución darwiniana aplicada a estructuras políticas.
Desde la visión de 10ampro, esto reconfigura completamente cómo se entiende el riesgo político. Ya no es “¿qué pasa si gana X partido?”, sino “¿qué estructura tiene menor fricción para la coordinación futura?”. Las inversiones no se hacen solo en activos, sino en arquitecturas. ¿Invertís en un país que imprime sin freno? ¿O en un protocolo que emite según reglas fijas y consenso abierto? ¿Te casás con un sistema judicial opaco? ¿O preferís un sistema donde las reglas no las impone un burócrata, sino un contrato con reputación colateralizada?
Además, este nuevo mercado crea oportunidades brutales para los que construyen. En el viejo sistema, solo podías hacer política si tenías poder o contactos. En el Network State, podés ser parte del diseño institucional desde cero. Podés escribir constituciones en Solidity o en Rust. Podés crear monedas locales. Podés diseñar modelos fiscales gamificados. No se trata de participar: se trata de construir soberanía desde el teclado.
Esto también reconfigura el concepto de exilio. Antes era castigo. Hoy puede ser elección estratégica. No es “me echaron”, sino “me fui al fork”. No es “no tengo patria”, sino “tengo múltiples”. Es la multiplicación de jurisdicciones personales, el fin del feudalismo geopolítico
El alfa escondido en la disidencia estructural
Los inversores buscan alfa donde los mercados no miran. Esa es la esencia del juego. Lo que Balaji propone con el Network State es un tipo de alfa más profundo: alfa civilizacional. Es decir, invertir en las nuevas estructuras sociales antes de que el sistema financiero siquiera las reconozca como legítimas. Apostar al nuevo contrato social antes de que cotice.
¿Dónde está ese alfa? En los márgenes. En las comunidades que hoy parecen nicho pero tienen lógica de red. En las apps que parecen juegos pero estructuran gobernanza. En los tokens que no prometen rendimientos financieros, sino participación institucional. El Network State te obliga a mirar más allá del gráfico y del TVL. Te obliga a ver estructuras emergentes, relaciones de poder codificadas, consensos formándose en público y en tiempo real.
Y no es coincidencia que esto resuene tanto con la visión de 10ampro. Porque en este espacio siempre se buscó entender las narrativas antes que el mercado las normalice. Solana no era solo un Ethereum killer; era una arquitectura alternativa. Palantir no era solo una empresa de software; era un nuevo modelo de Estado profundo digital. Bitcoin no era un activo; era una constitución monetaria con enforcement algorítmico. Y ahora, el Network State no es una moda cripto-social: es la etapa 1 de la descentralización política a escala.
Desde el punto de vista técnico, esto también implica métricas nuevas. No te sirve solo el market cap. Tenés que analizar el “retención ciudadana”, la “liquidez social”, el “onboarding político”, la “deserción cultural”. Hay que inventar KPIs que midan alineamiento, propósito, adaptabilidad. ¿Cuánto tarda una comunidad en reaccionar a un bug político? ¿Qué tan resiliente es ante ataques mediáticos? ¿Cómo se gestiona el disenso? Todo eso es medible, y por tanto, invertible.
Además, la mayoría de la infraestructura del Network State se puede componer. Identidad (como Worldcoin u otros sistemas zk), reputación (Proof of Humanity, Gitcoin Passport), gobernanza (Snapshot, Tally, JokeRace), territorio (CabinDAO, CityDAO), medios (Mirror, Paragraph, Farcaster), educación (LearningDAOs), y sistemas financieros (DeFi) ya existen. Lo que falta es integración, narrativa y convicción.
Y eso es justamente lo que puede capitalizar un builder estratégico o un inversor con visión 10x. Porque mientras los demás están mirando price action, vos estás comprando el código fuente de la próxima ciudad, país o civilización modular. Y lo hacés barato, cuando aún nadie lo llama “país”. El verdadero alfa es comprar nación antes de que tenga bandera.
El Network State también es la gran respuesta a la pregunta: “¿cómo salimos de este sistema roto sin violencia?”. La respuesta es: diseñando uno nuevo. Open source. Con incentivos claros. Con opt-in. Con skin in the game. Sin necesidad de elecciones, revoluciones ni ejércitos. Solo código, comunidad y propósito.
Interoperabilidad entre Network States y el colapso lento del orden Westfaliano
Una pregunta legítima es: ¿qué pasa cuando hay muchos Network States? ¿Se fragmenta todo? ¿Volvemos a la Edad Media digital? No necesariamente. Lo que ocurre es un paso natural hacia la interoperabilidad soberana. Así como los blockchains necesitan puentes (bridges) y estándares para hablar entre sí, los Network States requerirán APIs cívicas, protocolos de reputación compartida y formatos comunes de gobernanza.
Esto genera una visión completamente nueva de la geopolítica. En lugar de bloques monolíticos (como UE, OTAN, BRICS), habrá ecosistemas soberanos modulares. Cada uno podrá especializarse: uno en ciencia, otro en libertad financiera, otro en educación radical. Algunos serán físicos, otros puramente digitales. Algunos vivirán en ciudades, otros en la nube. Y podrán “importar” leyes, monedas, estructuras o ciudadanos. Todo “composable”, todo forkeable.
Esta es una de las ideas más potentes que Balaji no desarrolla del todo, pero que puede extenderse desde su lógica: el mundo post-Westfaliano es un grafo de comunidades, no un conjunto de bloques territoriales. Y eso tiene implicaciones tremendas en inversión, innovación, y libertad. Porque si podés moverte entre jurisdicciones como entre protocolos, entonces la competencia entre Estados se vuelve darwiniana. Sobrevive el más coordinado, no el más coercitivo.
Desde la óptica 10ampro, esto significa que el mapa del futuro no es político, es topológico. Invertís no en países, sino en comunidades con throughput institucional. Apostás a estructuras que se actualizan más rápido, que atraen más builders, que tienen cultura de testeo y rollback. Lo mismo que buscás en una L1, ahora lo buscás en un modelo de país.
Y en esa interoperabilidad está también el alfa diplomático. Un Network State que logra integrarse con Ethereum, Solana, con ZK-identity layers, con plataformas de comunicación soberanas, y con sistemas financieros sin custodia, es mucho más resiliente. Puede sobrevivir ataques regulatorios, censura, apagones financieros o narrativas tóxicas. ¿Por qué? Porque su soberanía no depende de una infraestructura ajena. Es portable. Es resistente. Es redundante.
Incluso puede plantearse una ecuación básica para evaluar la resiliencia de un Network State:
R = ( I x D x A) / C
Donde:
: Interoperabilidad con otras redes y protocolos.
: Descentralización real de poder y recursos.
: Alineamiento cultural y propósito compartido.
: Dependencia crítica de infra legacy (Estado, bancos, reguladores).
Cuanto mayor sea R, mayor capacidad de supervivencia estructural.
Esto es más que teoría. Ya está ocurriendo. Las comunidades nómadas, las DAO educativas, los colectivos con stablecoins propias, los enclaves urbanos con gobernanza cripto, están configurando este nuevo layer. Cada uno es un “microestado” en potencia. Algunos morirán. Otros se fusionarán. Y unos pocos serán tan eficientes que se volverán inevitables.
Medellín como prototipo latino del Network State
Medellín ya no es solo una ciudad: es una comunidad con identidad global, capital cultural distribuido y una concentración de nómadas digitales que la posicionan como uno de los hubs más vivos de América Latina. Tiene lo que muchos territorios envidiarían: comunidad opt-in. Personas que eligen estar allí, que no fueron asignadas por pasaporte, que podrían vivir en Bali, Lisboa o Ciudad de México… pero eligieron Medellín. Eso, por sí solo, ya es capital institucional.
Pero si Medellín quiere convertirse en algo más que una ciudad cool para gringos con MacBooks y freelancers en Laureles, tiene que construir el sovereignty stack. No basta con coworkings y café de especialidad. Hace falta infraestructura digital propia, dashboards públicos, gobernanza nativa y un marco fiscal alternativo que no dependa del chantaje del Estado central. Porque lo que está en juego no es el turismo, sino la soberanía.
Medellín puede ser la primera ciudad latinoamericana que prototipa un Network State operativo. ¿Cómo? Con identidad digital descentralizada para residentes temporales. Con DAOs barriales que gestionen presupuesto local. Con tokens comunitarios para fondear parques, alumbrado, o iniciativas culturales. Con dashboards que midan, en tiempo real, el progreso colectivo. Con reputación on-chain como filtro de participación. Con educación modular peer-to-peer, y no más cartones inútiles. Con código, no con discursos.
Y sobre todo, con la convicción de que no hay que pedirle permiso a nadie. Porque esa es la clave del Network State.
Construir antes que pedir permiso
El Network State es, en el fondo, una estrategia para ganar sin luchar. No intenta derrocar gobiernos. No intenta forzar revoluciones. No pide permiso. Solo construye una alternativa tan convincente que la obsolescencia del modelo viejo se vuelve evidente. Es un “walkout” estructural. Un fork civilizacional. Y por eso su impacto es tan profundo.
Porque en lugar de quejarte del sistema educativo, creás una red de aprendizaje peer-to-peer con staking reputacional. En lugar de pelear con impuestos confiscatorios, usás DeFi, stablecoins y tokens comunitarios para financiar infraestructura local. En lugar de indignarte con la política, diseñás un sistema de gobernanza que recompensa la acción, no la demagogia. Donde el Estado impone, el Network State propone.
Cuando el Estado pierde legitimidad, la moneda pierde confianza, la educación pierde utilidad y la salud se vuelve opaca, lo que sigue no es el caos. Es el reinicio. Pero no como distopía, sino como diseño. Y eso es lo que representa el Network State: el diseño institucional como alpha, como narrativa y como tesis.
Ya no se trata de esperar que los políticos resuelvan lo que no entienden. Se trata de usar las herramientas disponibles para diseñar comunidades antifrágiles, adaptables y con KPIs reales. Lo viejo no se combate: se reemplaza. Lo obsoleto no se discute: se ignora. Lo disfuncional no se reforma: se forkéa.
El Network State ya está en marcha.
La pregunta no es si llega.
Es si vos vas a mintear ciudadanía o seguir esperando una urna.
Saludos desde Matera, IT
⚡ Si te gustó el post, compártelo con amigos, deja un like y cuéntame qué piensas en los comentarios.
Subscribed
X: @holdmybirra
Linkedin: Hernanjaramillo
📜 Descargo de responsabilidad
Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor. El contenido aquí presentado no constituye asesoría de inversión, y su propósito es exclusivamente educativo. Nada de lo discutido representa una oferta para vender ni una solicitud para comprar valores de ninguna empresa. Todo el contenido es subjetivo y deberías realizar tu propio análisis y diligencia antes de tomar cualquier decisión. Hernán Jaramillo / 10ampro no garantiza, expresa ni implícitamente, la exactitud, confiabilidad, integridad o razonabilidad de la información contenida en esta publicación. Cualquier suposición, opinión o estimación expresada refleja el juicio del autor en la fecha de publicación y está sujeta a cambios sin previo aviso. Las proyecciones incluidas se basan en múltiples supuestos sobre condiciones de mercado, sin garantía alguna de que se cumplan los resultados proyectados. Hernán Jaramillo / 10ampro no asume ninguna responsabilidad por pérdidas directas, indirectas o de cualquier otro tipo derivadas del uso o la confianza en el contenido aquí expuesto. Hernán Jaramillo / 10ampro no actúa como tu asesor financiero, legal, contable, fiscal ni en ninguna otra capacidad fiduciaria










De lo más potente que leído en los últimos tiempos! Kudos para don Hernán y 10AMPro!!!
Hernán, cada escrito tuyo es mejor que el anterior o sino más interesante. Gracias a ti y a todos los cracks de 10ampro por ofrecernos todo su conocimiento .
Que berraquera !!